domingo, 21 de septiembre de 2008

Despedida

(Por Tálamo)
El editor poronga critica el primer post de yo (Tálamo). Sin escrúpulos especta: “muy Síndrome de domingos por la tarde”, escribe una coma (,) y atenúa “pero está muy bueno”. No le creo.
No importa. Desde las azoteas de mi propio orgullo comunico mi autonombramiento en el puesto de director de arte: él me indica qué y cómo escribir, yo, entonces, teniendo más cancha para estas cosas del la informática, de aggiornar; porque soy un esteta.
Hablando de mamas.
La una era “Camila”, la otra “Ada”. La primera saludaba abrazando, la otra filosofaba; las dos de gran culo. ¿Putas? Naa, más bien “relacionistas privadas” designación que Rodolfo Rabanal cree “perfecta para encapsular una profesión a la que ninguno de sus sinónimos corrientes garantiza un adecuado disimulo social”.
Ocho hombres en la mitad de su vida. “Vengan coman asado, el chorizo lo comen después” y las risotadas propias de una convención de empleados carniceros.
Claro, hubo buena plata, ya le habían pagado, se la puede humillar verbalmente también. “Ya viene la morcilla”. "Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaa". Si, descubrieron la pólvora.
Acaso, contratar los servicios de chicas que cobran por sexo, también sirva para hacer todo lo que física o inmaterialmente no se puede hacer con una no residente ni uriunda de Babilonia.
Ni en la mesa de los Campanelli ni en la de los Benvenuto había tanto ambiente familiar. “Pasáme el pan”, “si, como no”. Tutú.
Portaligas la una, culotte de encajes la otra. Emulaba la prima ser Gwen Stefani: se sabía la letra del tema que bailaba.
La otra se fumó la obra cumbre del director Andrew Bergman y aspiró el polvo de estrellas que su protagonista Demi Moore, de dejó en una línea armada en la pantalla del (seguramente) 17 pulgadas Philco y sin control remoto. Si, hizo la coreo más famosa de la peli, pero con agregados autodidactas. Camisa, corbata, sombrero y botas. Hasta hizo una pirueta que de tan buena me olvidé cómo empezaba y me quedé con el solo resultado: sus rodillas en los hombros del agasajado y su cona en a la altura de la boca del mencionado.
“E, e, e, e, e, e”, gritaban los darwinistas, todos ellos con un vaso en la siniestra y la diestra en el bolsillo, procurándose el oprobio. Claro, con pantalón pinzado es más fácil, viejos verdes.
Fin de show, aplauso para el convocador.
“¿Nos llevás? Tenemos otro servicio…” Sí, claro.
En el auto: “Che, Cami, creo que me vino otra vez. Tengo que arreglarme el D.I.U. Mi ginecólogo me dijo que se mueve y se cambia de lugar porque yo ‘lo uso mucho’”.
Salú.

1 comentario:

Julio dijo...

Qué bueno, llegué antes que Lammoglia!!!!!