viernes, 22 de enero de 2010

Tucumán


(Por Hipotálamo)
Tucumán, murmullo de pocillos; Tucumán, puñetazos a las mesas; Tucumán, camisas a cuadro; Tucumán, ausencia de eses; Tucumán, sobredosis de diminutivos; Tucumán, grandes blusas violetas; Tucumán, tinturas de vecina; Tucumán, bolsas de regalo con camisas a cuadro; Tucumán, mensajes de texto bajo naranjos; Tucumán, sobres de cuero, papeles en mano, las correas empapan; Tucumán, gaseosas de manzana, pequeñas; Tucumán, cruces a mitad de cuadra, trote hasta la vereda; Tucumán, mangas cortas, cuarto botón desprendido, pelo en pecho; Tucumán, bicicletas encadenadas a los árboles; Tucumán, panchuques y helados de máquina; Tucumán, Dyango en la radio; quieto, Tucumán, dos sorpresas: un oriental cincuentón y el hombre sin eses reta a su amigo porque te amo, culiao; Tucumán, camisetas de fútbol, pantalones de rugby; Tucumán, exceso del verbo remar, una luca, dos lucas, Luquitas; Tucumán, otra sorpresa, el chofer de la convy del ministerio de salud viste de negro, amas de casa se acercan a preguntar qué regalan, escuchan condiciones para una maratón a beneficio; Tucumán, detrás de mi ventana se cuela el amigo puma de Sandro; Tucumán, dos motos, tres cascos; Tucumán, otras mesas, otros diálogos, gaseosas grandes, sánguches de ternera en pan negro para ella, ya viene la playa; Tucumán, voyalale, no, falta una letra que convierta una palabra en una frase, voy a la Ale, ¿no?; Tucumán, bombos y tamboril, una pancarta, una mujer de dos parantes, rostro de tela amarilla, torso de sábanas; Tucumán, bajen las armas, clama el centenar; Tucumán, niñas de una murga cantan y saltan dentro de sus fracs azul lentejuela, cinco estudiantes de ciencias sociales, mozos de un bar cultural (?), acompañan la marcha en orden para que se lean sus cinco remeras, ba-jen-las-ar-mas; Tucumán, el tránsito se reanuda; Tucumán, banderines rojos y oro, coronas verdes disfrazan postes grises de luz; Tucumán, las camionetas vidrio oscuro; Tucumán, un ciclista espera qué hará el taxista, siguen por calle San Martín; Tucumán, las narices y las mandíbulas se secan con las mangas cortas de las camisas a cuadro; Tucumán, algunas caras se repiten por calles que se repiten; Tucumán, una empleada pública; Tucumán, lapicera bic; Tucumán, camiseta blanca; Tucumán, saco rosa; Tucumán, rodete de lapicera bic.

miércoles, 20 de enero de 2010

Ejercicio


(Por Hipotálamo)
La sombra de la mano sobre el papel se detiene cuando un estribillo me gusta aunque no me gusta escribir me gusta más allá de que esto es una escritura sin filtros de una mente sin mejores palabras en ese momento que me gusten. Evidentemente qué palabra larga es evidentemente. La pausa que generan los puntos seguidos insinúa que este atisbo de ejercicio puede estar llegando a su fin y el dolor en el arco de la mano derecha me acerca al punto final hasta que encuentro la manera de agarrar la lapicera. Tampoco me gusta decir agarrar y de repente construyo una pequeña frase con dos palabras que no me gustan y acá va otra más porque me gusta ver la pelota que tengo bajo mi camisa y cómo la luz y la redondez, por no decir circunferencia, amén de esas palabras que se callan para no repetir un concepto y se busca la forma creíble de generar el sinónimo de idea.
No tenía demasiadas intenciones con esta lapicera negra pero como seguí mi apuro por escribir las palabras, el pulso es distinto en cada una de ellas, por ejemplo con las que tienen m y que serán comentadas por el impulso y la confianza de que luego serán leídas y cortadas aunque no servirán como manuscrito en manos de un editor y eso cuestiona mis ambiciones y mejor pienso en las imágenes que cubren edificios sobre la principal avenida de Buenos Aires (¿por qué no decir 9 de Julio a secas?), imágenes que ocultan lo que pasa detrás de la fachada casualmente de un banco y, peor aún, levantan la mirada de los transeúntes así eviten las familias de indigentes que duermen y viven y duermen bajo esa gran fotografía que destaca los rituales de la ciudad como la picada y el vermut del domingo, la pelopincho de un Gardel de entrecasa, y el musculoso de la espuma, vecino de los acobijados bajo la lente de Marcos López, Marquitos, a quien vieron una noche y le pidieron una moneda, cara de circunstancia, sombra.