miércoles, 9 de junio de 2010

Juicio a la mujer que se tiñe

(Por Hipotálamo)
Los integrantes de la Junta de la Ultima Fila denunciaron a la señora que se tiñe por abandono a quienes supieron contenerla y abrigarla como nadie lo hizo, sobre todo con estas temperaturas.
A fin de desacreditar a la acusada, la Junta desnudó que es blanca la base de la cabeza de la señora y no de otro color (caoba, por ejemplo) ya que la tintura cedió un centímetro al crecimiento de pelo, dejando al descubierto problemas de raíz.
“¡Pero de pelo que es mío, maleducados!”, retrucó la señora de la cabeza ante la prensa, cuando el caso trascendió las salas de Tribunales. Al respecto, la Junta reconoció que una superficie rojiza ocupaba espacio entre la frente y la nuca y entre la oreja y la oreja.
La opinión pública, confundida como costumbre, quiso conocer el trasfondo de la cuestión, rechazando de plano matices superficiales como quién se tiñe y quién no.
La Junta recibió con agrado la inquietud mediática y empezó por la esquina de Juncal y Suipacha, donde la señora de la cabeza había subido al ómnibus por la puerta delantera, cmo buen ciudadano.
¡Pero por qué una señora tan coqueta eligió un ómnibus!, interrumpió el periodista, confundido como costumbre.
La respuesta no se hizo esperar. La defensa de la señora de la cabeza adujo la elección de su cliente a la falta de cambio para el taxi y, amén de las pocas cuadras, al cosquilleo del transporte público. Pero, aclaró la defensa, si la cliente llegó a la última fila fue solamente porque los pasajeros de las primeras filas simularon lectura y no se movieron de sus asientos.
De acuerdo, convino la Junta, pero si la señora de la cabeza no comparte nuestra ideología y respeta la suya viajaría de pie. En lugar de integrarse al grupo de la última fila, se sentó sobre el borde del asiento, incómoda desde el principio, sin el tupé de disculparse cuando sus bolsas golpearon la rodilla de un padre de familia. Como atenuante, la defensa hizo notar que los ronquidos y la música móvil de la última fila alteraron a la cliente, es decir a la señora de la cabeza, como lo haría con cualquier otra señora de cualquier otra cabeza.
La Junta reconoció que las diez horas laborales y los grupos de género tropical caracterizan a la última fila, pero de ninguna manera se hace responsable de la conducta de los señores de adelante, golpistas contra los principios de gentileza y cordialidad.
Testigos a favor de la Junta declararon que la cabeza de la señora de la cabeza se meneaba con rezongues, en clara señal de desprecio, y que recién respiró aliviada cuando un estudiante bajó en Peña y Ayacucho para abandonar la última fila y ocupar el asiento libre, sumándose a la comodidad individual.
¡Hágannos el favor y dejen en paz a una señora grande, gente de cuarta!, reclamó la amiga de la acusada.
La Junta desoyó cuestiones de edad indicando que en la mudanza de asiento la señora de la cabeza fue tan ágil como en los tiempos sin tintura y brincó tres veces hasta sentarse.
Retocándose el pelo, feliz, muy feliz, la señora de la cabeza miraba a la calle con muecas de picardía por el qué dirán las nietas cuando les cuente el viaje en ómnibus. Claramente no imaginaba las acciones legales de turno.
Condenada a viajar en subterráneos a hora pico, la Junta de la Ultima Fila celebró el fallo con asado popular. Fue el viernes al mediodía, en una esquina emblemática del barrio de Balvanera.

1 comentario:

Yamila De Filippis dijo...

aguante aguante aguante la señora de la cabeza.