miércoles, 20 de enero de 2010

Ejercicio


(Por Hipotálamo)
La sombra de la mano sobre el papel se detiene cuando un estribillo me gusta aunque no me gusta escribir me gusta más allá de que esto es una escritura sin filtros de una mente sin mejores palabras en ese momento que me gusten. Evidentemente qué palabra larga es evidentemente. La pausa que generan los puntos seguidos insinúa que este atisbo de ejercicio puede estar llegando a su fin y el dolor en el arco de la mano derecha me acerca al punto final hasta que encuentro la manera de agarrar la lapicera. Tampoco me gusta decir agarrar y de repente construyo una pequeña frase con dos palabras que no me gustan y acá va otra más porque me gusta ver la pelota que tengo bajo mi camisa y cómo la luz y la redondez, por no decir circunferencia, amén de esas palabras que se callan para no repetir un concepto y se busca la forma creíble de generar el sinónimo de idea.
No tenía demasiadas intenciones con esta lapicera negra pero como seguí mi apuro por escribir las palabras, el pulso es distinto en cada una de ellas, por ejemplo con las que tienen m y que serán comentadas por el impulso y la confianza de que luego serán leídas y cortadas aunque no servirán como manuscrito en manos de un editor y eso cuestiona mis ambiciones y mejor pienso en las imágenes que cubren edificios sobre la principal avenida de Buenos Aires (¿por qué no decir 9 de Julio a secas?), imágenes que ocultan lo que pasa detrás de la fachada casualmente de un banco y, peor aún, levantan la mirada de los transeúntes así eviten las familias de indigentes que duermen y viven y duermen bajo esa gran fotografía que destaca los rituales de la ciudad como la picada y el vermut del domingo, la pelopincho de un Gardel de entrecasa, y el musculoso de la espuma, vecino de los acobijados bajo la lente de Marcos López, Marquitos, a quien vieron una noche y le pidieron una moneda, cara de circunstancia, sombra.

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