lunes, 8 de diciembre de 2008

Reflejos


(Por Hipotálamo)
Las persianas se levantaron el martes y el vidrio no había pegado un ojo. Parado, como siempre, lo estrellaba una idea, como nunca. Faltaba la semana que esperaba todo el año, pero eso era cuando todavía creía en el espíritu festivo, apenas unos días previos al primer feriado de diciembre, de ese lunes.
El calvario empezó con el adiós al domingo. Un grupo alterado de brasileños bajaron sus cierres y salpicaron orina contra su torso. Batallaba contra el vaho, mientras esperaba que el maestranza de las galerías lo oliera, que le acercara la manguera, nada más. Pero el buen hombre afronta un conflicto con el consorcio por las horas extra y nunca apareció.
Hace unos años las piedras lo dejaron sensible al tacto. El compañero había ligado balas de goma y la familia, acostumbrada al neón, le rogó que pidiera un traslado a una zona más tranquila que el Congreso. Tozudo, creyó que así terminaría dándoles la razón a los canallas de sus clientes. Mal que mal siguió al frente hasta que pasaron los brasileños, se borró el portero y llegaron algunos chicos contentos por la comunión. Después de esas biblias al viento, de los billetes simbólicos, todos los que caminaban cerca empezaron a mirarlo: los dueños del súper mercado lo hicieron de costado, una chica que no llegará a las playas se tapó la cara con la revista, los chicos que limpiaban parabrisas bajaron la voz, el cielo se hizo sepia y una señora grande (quien pertenecería a las abuelas de los comulgados) se creyó poseída cuando no encontró el reflejo de su imagen.
La humedad de la siesta le dio una tregua porque se encendieron los aires acondicionados del primer piso y un surco de agua trajo alivio. Cuestionó el rechazo de los ciegos, a algunos insultó, deseaba no volverlos a ver, reflexionó que los canallas no eran tan desagradables, que cuando la chica sin playas cumplió la dieta se llevó su piropo, que un ratito cerca suyo no le hacía mal a nadie, un comentario y chau, nada más, como la manguera que no llegaba. De repente sonaron villancicos, las luces titilaban, otras se encendían hasta que un empleado lo notó: el viernes, mientras cerraban la caja, la nueva se olvidó de ceñir el pantalón del traje de Papá Noel. Para escándalo, el maniquín era el que usaba lencería nocturna en la liquidación de noviembre. La nueva no volvió más. Y el vidrio pidió el traslado.

4 comentarios:

Mente Ridícula dijo...

Es bueno saberlo vivo, ya me estaba preocupando por no verlo. Y escribiendo lindo, como siempre. Besos

Pasajera en trance dijo...

Diciembre, fin de año, Papá Noel y las vidrieras de los negocios... blegh! Qué cansada me siento... a dormir se ha dicho.


Otra que extrañaba leerlos.

huellas compartidas dijo...

Y la navidad y las fiestas y todo eso que se genera...
No tengo nada en contra de las fechas... pero que se yo... hay tantas veces que caemos esclavos del señor tiempo... pero bueno, cualquier ocasión es perfecta para el encuentro o el re-encuentro

Off topic.
No creo que nos conozcamos señor...
Y si.. ya lo advertí... estoy cada vez más cursi, pero bueno...

Salutaciones !

Anónimo dijo...

que pasa? huelga de bloggers? espero mas posts...